La buena sangre



El tobillo de la hermana de la novia de mi amigo, si, un quilombo, no dejaba de sangrar en pleno Quilmes a la salida de un bar luego de que una botella de vidrio de cerveza, haya estallado contra el hueso de la chica. Cuando todo pasó, me prendí un cigarrillo, lo miré a lucho y le dije - Mañana no me quiero hacer la mala sangre, espero que ganemos-.

Dormí toda la tarde. No llovía pero tampoco alumbraba el sol. Una lluvia fina, de esas que enjabonan el asfalto, fue el justificativo perfecto para mandarle doble almohada al asunto y 3 horas exactas de una siesta infernal. Me levanté totalmente embotado. Parecía que me habían cagado a pelotazos en la jeta.

Los mismos pelotazos que estaba recibiendo Campaña en el inicio del primer tiempo. Le mandé un mensaje a Luchito y le dije - La puta madre, ya me estoy haciendo la mala sangre- . La sangre que no tenía un equipo que no jugaba, no recuperaba, no tocaba, no presionaba. Directamente no estaba. La sangre en el ojo del Pelado Silva, que remató pero se encontró con la tenaza derecha de Martín Campaña.

Y mientras Gaibor era Drácula, por lo pálido, Verón cargaba sangre en sus muslos corriendo por la banda derecha, empezando a demostrar que iba a ser uno de los mejores. Pelotazo, muy malo, de Amorebieta que se desvía, le queda a Romero de cara al gol. La sangre acumulada en su parte trasera le hace de contrapeso. Quintana lo alcanza pero el Centrojá se las arregla para picarla. En la línea, nuevamente el pelado saca la pelota pero detrás, Verón, el único que había seguido la jugada, se tiró de palomita. -Goooooool la puta que lo parió- Pero no fui yo, eso lo gritó mi viejo. 1 a 0 arriba los nuestros en Córdoba.

En el complemento, la sangre ya no era sangre. Era una catarata de presión arterial que observaba como Campaña volaba para todos lados. Su camiseta verde ajusticiaba a todos los intentos de gol. De repente, Godoy se fue solo. Solo. Y fue y mi viejo me miró porque estábamos al horno. Y disparó. Campaña se había jugado a la derecha pero, en un instinto animal, arrojó sus piernas sobre el sector izquierdo del arco y con la punta del botín, evitó nuevamente el empate de la T.

La sangre corría al ritmo de Gigliotti, que recibió de Benítez y encaró solo. Se frenó, como mis expectativa de que esto sea gol. Pero el Puma la midió, y de derecha la clavó en un ángulo más angular que el mismo ángulo que vemos siempre. Golazo y ya está. Ya está todo, hermano. La sangre de la cabeza baja. Se distribuye por todo el cuerpo. La mala sangre se transforma en buena. En esa sangre que hacía falta para ganar el match. Jugar con sangre, meter con sangre, porque la sangre es roja, como nuestra camiseta. La buena sangre, la que es roja, la de Independiente.

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