De vez en cuando los lunes

 


Cómo cuesta arrancar los lunes, ¿Vieron? la nostalgia del finde que se fue, la pesadez de la semana que se nos viene encima, el trabajo, el sueño acumulado, la promesa de empezar la dieta, el viernes que parece inalcanzable. Son demasiadas cosas como para poner un pie fuera de la cama. Quizás habría que correr un día las cosas, así el domingo dejaría de ser tan domingo y el lunes dejaría de ser tan lunes.


Pero de paso, otra vez, juega Independiente. Un regalo del cielo, la verdad. Un regalo que no te lo esperás. Que cae y te lava la cara de un chaparrón. Como una buena nota en un parcial que no hubieras imaginado, un billete en el bolsillo de un pantalón que te hace zafar, un mensaje de esa persona que te saca una sonrisa, el "buen día" del portero que te cambia el humor, alguna vida por nacer o simplemente, un partido del Rojo a las nueve y media de la noche.


Un chaparrón, sí. Un chaparrón caía suavemente entre el cielo y el estadio Libertadores De América, llenando de nostalgia y sensualidad a los relatores que anunciaban la formación del equipo de Falcioni. Miré un poco más para arriba. Recordé que era el cumpleaños de mi abuelo y me lo imaginé tomando un café, después de cenar, esperando el partido. Cuando volví a mirar para abajo, Independiente saludaba hacia los cuatros costados bajo una garúa limpia, correcta que nos envolvía de la ilusión por ser punteros del campeonato.


Y el lunes se fue acomodando. Y con el primer gol del Tucu, la nostalgia del finde desapareció. Y nos abrazamos, ellos, nosotros y ustedes. Y con el segundo de Silvio la pesadez rajó cobardemente y dio paso a la sonrisa. Y también llegó el de Menéndez, que borró completamente el trabajo acumulado y le dio lugar a la tranquilidad.


Con el cuarto de Jony nos fuimos el entretiempo ya si sueño, en cambio, con muchos sueños, pero de los buenos, de los esperanzadores. El quinto de Palacios nos dio a entender que no siempre hay que arrancar la dieta un lunes, que puede esperar un día más, sobre todo si estamos de festejo. Y finalmente, el sexto del capitán, nos hizo parecer el viernes, un poquito más cerca.


Saludó de nuevo el Rojo y se fue victorioso. Victorioso y puntero. Y estamos contentos. Cerré los ojos y sentí el último sorbo de mi abuelo. Y el último soplo del viento de Avellaneda, en esta noche inolvidable, me contó un secreto. 


Me dijo que de vez en cuando los lunes, no son tan lunes que digamos. Y que de vez en cuando la vida y el fútbol, toman con nosotros un café, como diría el Nano. Un café dulce como la senda que transita este equipo. Dulce como la victoria. Dulce como lo será toda esta semana, hasta que por fin volvamos a ver a Independiente.

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