Con los brazos al Diego




 Son las 00.01. Salgo al balcón. Hay un silencio, una quietud que apena. Las hojas de los árboles no se mueven, como si hasta el viento le hubiese pedido un franco a Dios. Quizás nadie pueda explicar lo feo que fue haber vivido en el día y el año en el que murió el jugador de fútbol más grande de la historia, y sobre todo, siendo argentino. Lo feo que fue perder a alguien que nos cumplió.


En eso prendo la radio. Me acabo de mudar, y la radio ayuda a evadir soledades, más cuando habitás en el día más solitario de todos. Porque todos nos hemos quedado un poco solos, ahora. Suena el himno y con él, el "Coronado de gloria vivamos o juremos con gloria morir"


No hay mucho más que explicar. Me gustaría preguntarle al destino por qué justo le tocó jugar al futbol a Independiente. Como una suerte de último regalo a un hombre que estuvo muy ligado a nuestro club, que saltó en la tribuna de Avellaneda. Y mientras me acomodo para ver el partido con mi viejo, el Rojo sale caminando hacia el círculo central y levanta las manos hacia donde está él. Las levanta al cielo, se las levanta al Diego.


Y viene el gol de Saltita González, de zurda, y lo gritamos y lloramos. Y gritamos el de Velasco y también lloramos. Y lo vemos a Silvio Romero convertir y señalar otra vez al techo del mundo. Y el capitán lo busca a él. 


Lloramos pero inflamos el pecho porque Independiente está ahí. En el peor día de la historia del fútbol, jugando a la pelota, rindiéndole homenaje a quien siempre quiso jugar a la pelota. El Rojo está ahí, sin especulación de nada, sin sacar ventaja de nada, saliendo a ganar y jugando a la pelota. Goleando y esforzándose para llevar la gloria a quien nos dio, la misma gloria.


Y Pablo Hernández la para con su muslo y en esa parte de cuerpo lo tiene tatuado al Diego, que levanta la copa del mundo. Y cuando nos levantamos para aplaudir a Independiente en realidad lo aplaudimos al 10. Fue raro como espectador y seguramente habrá sido raro como jugador de fútbol.


Independiente ganó, ya, sin él entre nosotros. Repito, nos hemos quedado todos, un pocos solos. Se nos fue un pedazo de tierra que era de todos nosotros, y del mundo también. 


Nadie nos dio lo que prometió. Vos sí, Diego. Y esta es la forma que encontró Independiente para saludarte por última vez. Jugando y goleando. Y como siempre, como manda nuestra historia, levantaremos las manos al cielo, levantaremos las manos a las cuatro tribunas. Levantaremos las manos para vos Diego, porque en algún lugar del mundo, nos vas a estar acompañando como cuando eras pibe y te volvías loco viendo al Bocha.


La radio que estoy escuchando sigue hablando de Maradona. La radio me ayuda a evadir la soledad. Pero esta soledad no la conocíamos. Quizás sea una soledad que nos va a acompañar para el resto de nuestras vidas. 


La vida es difícil. Hoy lo fue mucho más. Pero como vos, todos los hinchas de Independiente encontramos consuelo en este juego, que como vos dijiste, es el más hermoso del mundo, que es jugar a la pelota.

Comentarios

Archivos

Contacto

Enviar