Con la frente marchita
Te morías por volver, con la frente marchita, cantaba Gardel. Qué linda frase escribió Sabina, en homenaje a momentos duros que pasó el país, en homenaje al mudo también. Y este año, se ha convertido en un momento duro, casi eterno.
Y en esa eternidad, las ganas de volver a ver un partido de Independiente en el Libertadores de América aumentaron cada día más. Cada día de estos seis meses, más. Y en un suspiro, dejé el auto estacionado debajo de la entrada de la norte, y en filé por una calle que es más grande que la Av. 9 de julio. Caminé por Bochini, me tiraron un poco de alcohol, y el resplandor de las tribunas rojas me refrescaron la piel, me renovaron las ganas de seguir.
Pero rápidamente esa calma se quedó atrás. Había comenzado el partido. Otro partido del Rojo que, durante la Pandemia de Covid, siempre serán raros. No hay nada de normalidad aquí, no me vengan a correr que hay una nueva normalidad, no hermano, esto es horrible. Decí que todavía son 11 vs 11 jugando en el campo de juego, sino el resto es frío, calculador, individual e insoportable. Lo único que podemos disfrutar son los sonidos de la fauna futbolera, algo así como -Ehh, solo, solo. Mucho Fabri, muchooo. Juez, ful. Ful juez, abrí los ojos Silvio. Uhhhhhhhhhh. Gooooooooooool. Arribaaaaaaa- (Léase con voz futbolera)
Y si bien, además, jugar un lunes siempre es raro, lo que no es raro es que al equipo que dirige Pusineri le cueste horrores general alguna jugada de gol. Tampoco es raro que Roa nos ilusione con algunas pinceladas pero que después quedan marchitas, como la canción de Sabina.
Marchita quedó la esperanza de arrancar ganando el match cuando Morelo empujó adentro, un córner que se metía olímpico. Marchito el juego del local. Marchitó mucho tiempo hasta que el entrenador decidió hacer los cambios.
Y cuando teníamos la esperanza marchita, un centro interminable de Saltita González derivó en la tremenda palomita de Lucas Rodríguez, que bien con la frente, la clavó al palo izquierdo de Burián. Pero no iba a terminar ahí, porque en este Rojo cualquier otra cosa puede pasar.
Me di vuelta un segundo a buscar una lapicera, y cuando volví a mirar el campo de juego. El insoportable Trucco había cobrado penal para Colón. Pero Sosa, que en pocos minutos se ha convertido en nuestro Gardel, y que guarda escondida una esperanza humilde, se tiró a la derecha y no sólo tapó el tiro penal, sino que se arrojó de cabeza al rebote, arriesgando todo para que el partido terminara 0 a 0.
Se festejó la atajada. Pero nos fuimos con la frente marchita, viendo un juego espantoso, sabiendo que se puede mejorar, pero entendiendo que el plazo de algunos rendimientos ya venció. La suerte nos sigue tirando algunos guiños, pero no hay que dejar que sea tarde, porque cuando tomemos las decisiones correctas, ya estaremos con la frente marchita y eso es lo que no queremos.
Comentarios