El excepcional


 Una tarde de fútbol cualquiera en el Libertadores de América, entre febrero de 2018 y diciembre de 2019.

Independiente dependiente contra el rival que usted elija. Por Copa o Campeonato.

En ese lapso, se cambió de entrenador dos veces, de sistema de juego algunas más, y de formaciones, muchísimas más.

Lo que fue quedando a lo largo de ese tiempo, fue la ovación cuando La Voz del Estadio anunciaba al portador de la Número 5. Lo mutable fue con el equipo en cancha. Primero se aplaudían a otros jugadores, merecedores del homenaje, y luego a él. Con el tiempo, fue primero él, y después el resto.

Incluso cuando iba al banco.

Incluso, cuando ni al banco fue.


Se va Nicolás Domingo de Independiente. Se marcha a Olimpia. La valoración a su prestación en éstos dos años y medio, dependerá del gusto de cada uno.

El hincha de Independiente es aquel que mantiene la preferencia de la estética por sobre el pulmón. Es de esas tradiciones que, con el tiempo se pudo haber elastizado, pero nunca se rompió.


Nicolás Domingo fue la excepción. El excepcional.

Desde aquella final con Gremio, en Porto Alegre, Domingo ganó con su corazón, el corazón del Libertadores. Su presencia fue motivo de aplausos. Su suplencia, motivo de grito de guerra. Su ausencia, su nombre como bandera.


Tal vez no entre en la lista de los mejores 5 volantes centrales de la historia del Rojo. Pero, sin ningún lugar a dudas, queda como símbolo del Independiente que volvió a ganar en lo internacional. Como un capitán sin cinta.

Podemos sentarnos y charlar de fútbol. Encontrarle los defectos, analizarlos, y discutir sus méritos actuales.

Y podemos hacer un paréntesis y aclarar que siempre que arrancó de atrás, terminó jugando.

Que siempre que le trajeron competencia, se impuso.
Que cuando perdió el puesto, lo terminó recuperando.

Se va Domingo, con tres medallas colgadas. La Sudamericana, la Suruga y la Gratitud.

Gustavo Medina. 

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