La luz que viene de arriba



-¿Lo viste, pela? ¿lo escuchastes? - susurró rápido, en menos de cinco segundos, el Gordo. Entonces, miré hacia mi derecha. Estábamos a punto de entrar a la popular. Como decía, a mi diestra, un viejo, de unos 70 pirulos, canoso, repetía sin parar -padre nuestro, que estás en los cielos- y terminaba -dale un gol de cabeza a nuestro Rojito y que no se lesionen los muchachos-

-¿Sirve eso, jefe?- le preguntó descaradamente un flaco. El viejo se elevó sobre sus rodillas, frunció las cejas y le contestó -después del partido, buscame en Mitre y Alsina-. Yo no atiné a decir nada, a ver si todavía terminábamos todos a las piñas, porque cuando el equipo va mal, vieron, los humores no son los mejores. Pero tampoco es que descreía demasiado de lo que hacía el viejo. Además, cuchame, si se trata de que gane Independiente, somos capaces de ponernos a hacer cualquier cosa. Y si encima da resultado, bienvenido sea.

Entré a la norte rezando unos padres nuestros, por las dudas, vieron. Independiente salió caminando y le levantó las manos a la luna más linda del mundo bajo cielo más perfecto. Pero entonces, hubo una baja de tensión en las luces de arriba del estadio y el público murmulló. -La puta madre, ¿tendrá algo que ver con el viejo?- me dije. Ya a esa altura estaba medio cagado. Me puse a rezar de nuevo. El Gordo me decía que pare un poco que me iba a cagar muriendo. Además, cuando levanto la cabeza, veo a uno de los rivales, rezando también.

-Gordo- le digo, -poné en Googlé qué pasa si yo rezo a favor de mi equipo, y otros rezan a favor del rival. ¿Quien gana?- y el Gordo me contestó, serio, ya cansado- dale, ahí pongo. ¿Por qué no te dejás de joder y ves el partido? se prende fuego el Amazonas y ¿vos te pensás que a Dios le interesa cómo sale Independiente y Colón? Además, nosotros somos el Diablo. Olvidate que nos ayude el barba.

Aburrido el primer tiempo. Pero en una de esas, viene una luz blanca de arriba, Barboza salta en el cielo de los nuestros, tira el torso hacia atrás y cabecea aunque en realidad no cabecea porque ustedes saben bien que es casi imposible que Independiente haga un gol de cabeza. Entonces la bocha le rebota en la jeta a un rival y se esconde en la ratonera más linda que existe. Lo gritamos, nos pusimos  1 a 0 arriba. -¡Vino de arriba Pela, vino de arriba Pela, el viejo este tenía razón!- exclamó el Gordo, quien ya pensaba en la bondiola a la salida del estadio.

En el resto del encuentro se sucedieron milagros que justificaron y respaldaron la teoría del viejo colifa. Por ejemplo, fue un milagro que a Pablo Pérez no lo rajaran por doble amarilla. Fue un milagro que Independiente no haya hecho más goles. Fue un milagro que no haya entrado Pizzini. Y fue un milagro que no nos haya clavado el Pulga Rodríguez.

Ganó Independiente nomás. Quien sabe, el equipo resucite y arranque a caminar otra vez. Por lo menos, con la excusa de una victoria que ilusiona, porque debemos pelear bien arriba, como esa luz que vino de ahí y terminó en el gol de los nuestros. Arriba, siempre arriba.

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