El Gordo y el Flaco



Terminó el partido y fue derrota. Cuando uno ve un partido por tele, y su equipo pierde, o se la agarra desesperadamente con el morfi, o prende un cigarillo, se va a dormir o sale en busca de alguna respuesta. Entonces, salí.

Martes frío, de esos que anuncian partidas y llegadas. En el bar de siempre, con la moza de siempre y el trago de siempre, traté de realizar un mínimo análisis sobre el partido. Pero aveces, es mejor el silencio. En una mesa próxima, dos pibes, de unos 25 años cada uno, tomaban un trago raro, moderno y hablaban de Independiente. No era casualidad, porque del puente para acá, zona sur, el 80 por ciento es del Rojo.

Los pibes eran desparejos. Ese desequilibrio que mantiene a su vez, el equilibrio. Uno gordo, el otro flaco. Es así, por ley, sino la monotonía, aburre, como el mediocampo que plantó Holan, todos con buen pie, pero todos similares, encima todos lentos, entonces, como resultado, monótono, sin sorpresa. Y el fútbol, como la vida, sin sorpresas, no tiene sentido.

El gordo le decía al flaco que había que tener cuidado a quien putear, como si putear fuese un acto que cambie el modo de juego. Porque él, había escuchado a Meza, a Rigoni y a Barco, ser insultados, y después la tortilla se dio vuelta. Que había que intentar, que la cosa iba a cambiar. El flaco no estaba muy convencido.

Yo paciente, escuchaba. Pero rápidamente cambiaron de tema. Se pusieron a chamuyar sobre una minita, una tal Agustina, que por lo que pude entender, anda con el gordo. El flaco le preguntó cómo andaban. El gordo le dijo que el problema con ella es que ninguno de los dos sabe mantener el equilibrio.

Que era un problema parecido al Independiente de Holan. Que el ya perdió toda dignidad con ella y que la piensa seguir perdiendo, aunque aveces la razón le pone un freno y lo hace pensar. Que está bueno el desequilibrio pero no para siempre, que aveces hay que equilibrar la balanza, sino un lado se vence.

El gordo le dijo que Independiente tampoco lo ayudaba a pensar en otra cosa. Y cuando se fueron, el flaco le dijo que el amor es igual que el fútbol, que cuando las cosas andan mal, la mente te pide enojarte, putear y no seguir, pero que el corazón te pide seguir amando. A Independiente, siempre.

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