Amar y envejecer



Siempre me dije a mí mismo y a los demás, que cuando el tiempo pase, quisiera envejecer como lo había hecho mi abuelo. Usando unas zapatillas naúticas aplastadas en el talón, en shorcito con bolsillos, un remera con mil manchones insacables y un mate amargo en la mano. Sentado en una silla, mirando la gente pasar. Tranquilo pero siempre esperado la hora del partido de Independiente.

Lo cierto es que uno envejece rápido mirando fútbol. Por los nervios, por las broncas, por el disfrute. Por todo. Uno envejece como lo hacen los futbolistas en el Independiente de Holan. Se ponen la camiseta y parece que han jugado toda la vida allí. En el día de los enamorados, la cita era perfecta. Otra vez una final de copa, otra vez un brasilero, otra vez el Rojo.

Amando todo rojo llegué al Libertadores De América. La camiseta 10 iba a estar nuevamente en el campo, era el debut de Gaibor. En un instante, el corazón se detuvo como se detiene cuando le decís a una chica/chico, que le gustas. Había salido el imponente Rey De Copas al campo. Con un marco que no vi ni siquiera en la Sudamericana. El rey se envolvía en los fuegos artificiales que rodeaban el estadio que era de un solo color. Entonces, esto sigue así. Tres pasos al frente de Campaña y saludo a la luna de Avellaneda, que siempre será testigo de semejante romanticismo.

Arrancó el match. Mucha adrenalina, mucha aceleración, mucha gente en los costados de la platea. El grito de -Abajooo chee- se sentía en todos lados. A los 10' , Nicolás Domingo se vistió del ex jugador el Colorado Scholes, le pegó con el borde externo del pie derecho, la pelota viajó por la retina de todos y lentamente le limó el palo derecho al portero rival. -Uhhhhhhhhh. Y dale Rojo dale Rooo- arrancamos.  Cinco después, cabeceó Meza pero el travesaño nos pegó una cachetada.

Pero el que conoce bien a Independiente sabe que aparte de jugar bien, un golcito en contra también puede venir en cualquier momento. Y así fue. Pelota perdida, pelota para Luan, pelota dentro de la red. Gol de ellos. Arriba ellos. Sin embargo, la alegría era nuestra. Aunque minutos más tardes, y de la mano del VAR, lo hayan expulsado al Puma. No importa, la alegría es nuestra.

Y porque básicamente el equipo tiene todas las pelotas, todas. Con 10, se lo empatamos igual. Centro del Pipa Gaibor y gol en contra. 1 a 1 con 10, ¿Vieron?. La cita estaba cada vez más linda. Amando y jugando. Pero sobre todas las cosas amando la pelota, Independiente cerró un primer tiempo en el cual mereció irse arriba en el resultado.

En el complemento los minutos envejecieron como nosotros cuando mirábamos lo que cobraba un impresentable árbitro. La cita se había terminado. El equipo se iba ovacionado. Con la ilusión de seguir amando este fútbol, pero allá en Porto Alegre. Solo queda esperar, el miedo ya no existe. Nos queda amar y envejecer, como lo hacía mi abuelo. Envejeciendo esperando a que llegue la hora del partido pero siempre, por el resto de los siempres, amando a Independiente.

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